Un caso particular que ayuda a enmarcar la
reflexión
Una escuela primaria de la localidad de Villa Celina (Partido de La Matanza) cuenta con una población estudiantil de cuatrocientos alumnos aproximadamente, divididos en dos secciones por grado, en un turno solamente. La cercanía a la autopista Ricchieri hacen que el acceso a escuela no sea tan sencillo, y traza una división, o frontera en geografía cotidiana. Gran parte de la comunidad educativa son del barrio y de la zona, los docentes (incluidos los directivos) viene de otras localidades cercanas. La mayoría de las familias de los alumnos trabaja en el Mercado Central de Buenos Aires.
Lo
particular de la escuela, y que ha sido motivo de intercambio con docentes de
la misma, es la dificultad en la inserción dentro de la comunidad boliviana
circundante. También, muchas de las familias que participan en la escuela
tienen raíces culturales, religiosas de Bolivia
o del norte Argentino. Es común ver a abuelas que hablan en dialecto quechua,
madres que no comprenden las indicaciones de las docentes: son indicios de la
dificultad en el
lenguaje. Fiestas patronales, fiestas patrias que no existen en el
calendario escolar y que se les dedican varios días en el barrio son motivo de
dudas, diálogo
y polémicas. En lo pedagógico hay diferencias de criterios y valores
a la hora de optar por trabajos en conjunto, signo de esta diversidad.
Consultando a algunas docentes comentaban la incertidumbre de la utilidad de
los signos
escolares, patrios y de la "verdadera significación y comprensión" de
estos.
Ante
esto,
¿Es
esta escuela un espacio de educación que
incluye a todos por igual, integrando las diferentes culturas?
¿Es
capaz la institución escolar por sí sola de armar un proyecto pedagógico que
celebre las diferencias culturales para pasar de la coexistencia a la convivencia intercultural?
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