La evaluación formativa y formadora es clave para la atención a la
diversidad, dado que las y los estudiantes no tienen las mismas
características. Es por ello que resulta conveniente que se propicie la
autoevaluación, autorregulen sus esfuerzos y dedicación en la actividad
escolar, bajo una adecuada actuación orientadora del profesor o profesora.
No basta con decirle a la y el estudiante qué va mal, o qué no sabe, o
qué no tiene razón Castillo y Cabrerizo (2003); sino que hay que orientarl@
para que él/ella mism@ se de cuenta de su progreso, indicándole:
· Lo que aprendió bien
· Lo que le falta aprender
· Lo que debe hacer para mejorar
· Lo que puede hacer para saber más
Según Castillo y Cabrerizo (2003), ello significa un cambio de la función
tradicional o habitual del docente y del estudiante y que pase, entre otros
aspectos, a concebir el error como un elemento positivo dentro de la
dinámica del aprendizaje. También conlleva que el estudiante debe hacer
una autoevaluación de su trabajo y comprometerse con un plan personal
de mejora u optimización de sus aprendizajes.
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