Lic.
Diana Michaelsen – Prof Graciela Matabós
http://mymdiversidad.blogspot.com.ar/
mmdiversidad@gmail.com
Comenta la
profesora: “Pobrecito, me dio pena, tuve que desaprobarlo, quedó bloqueado, no
podía hablar. Y eso que, según la mamá, en la casa respondía todo bien…”
Sofía: “Desaprobé
el oral… no sé cómo voy a decírselo a mi papá y él vio todo lo que estudié…”
Estas situaciones
frente a los exámenes, como asimismo los
registros negativos de los docentes en las pruebas escritas como el que abajo
señala
o la disposición de l@s estudiantes para rendir sus pruebas individualmente
constituyen sólo
algunas de las estrategias que ponen de manifiesto el poder del docente frente
a la incertidumbre y expectativa sobre el “examen” (en cualquiera de sus
formas) por parte del alumn@.
La responsabilidad del
maestr@ debe centrarse en el alcance de los aprendizajes de sus alumn@s no en
“marcar” sus logros o “no logros” a través de notas numéricas o frases conformando
de este modo subgrupos según el rendimiento en clase.
En la mayoría de
los casos esta última conducta no da insumos para que el profesor/maestr@ resignifique
su práctica áulica con la intención de mejorar los aprendizajes de su grupo; no
es utilizada como complemento de la tarea docente.
Los docentes, en su
afán por evaluar para calificar, utilizan los instrumentos de valoración no para conocer el nivel de aprendizaje sino
para medir la capacidad de memoria de sus alumn@s solicitando, a través de
pruebas escritas u orales, la exposición de conceptos, datos o hechos de manera
memorística e individual.
En ocasiones, con
alumn@s mayores, el docente hace una devolución de la prueba explicando las
“fallas” sin dar o enseñar estrategias para avanzar o corregir.
En primer lugar la
evaluación debe constituir un proceso (evaluación formativa) a lo largo del año
escolar que involucre no sólo al estudiante en el aula sino al docente en su
quehacer profesional, en interacción continua. El desempeño de l@s alumn@s
depende en gran medida de lo actuado, de la metodología utilizada por el
docente, de modo tal que los resultados obtenidos en las evaluaciones muestran
también cuan idóneo es éste en su ejercicio pedagógico.
Por otro lado, los
jóvenes deben aprender la autoevaluación y la coevaluación, de tal forma de ir
dando cuenta de sus avances y dificultades en un clima cooperativo dentro del
aula. Y esta idea nos lleva a valorizar el error en diferentes actividades o
exposiciones en clase para fundamentar, intercambiar y modificar posturas,
conceptos o pensamientos entre tod@s en un clima amigable con un docente que no
sanciona, que estimula la pregunta sabiendo que de este modo es posible
evolucionar.
Toda institución
educativa como responsable de la educación de su alumnado debe, para desarrollo
de éste, promover continuamente instancias de evaluación: “…Las evaluaciones
internas y externas deben normalizarse en el sistema educativo: una cultura de
la evaluación continua que afecte a todos los elementos del sistema. Centros
educativos, profesores y alumnos. Quien no quiere evaluarse, es alguien que
quiere estar fuera de toda crítica. Otra forma de decir que puede hacer lo que
quiere. Una sociedad democrática y madura no puede permitirse esto.”[1]
El paradigma de
EVALUAR PARA SABER (saber enseñar y saber aprender) pretende instalar la idea
de ofrecer, tanto al estudiante como al profesional dentro del ámbito
educativo, insumos para dar cuenta de progresos o dificultades en su desempeño.
El compromiso docente frente a la evaluación debe estar relacionado con la
enseñanza de valores, de conocimientos, del control de las emociones, del uso
de las tecnologías, con la intención de formar sujetos pensantes, críticos,
creativos y autónomos que aporten a la calidad de vida de su comunidad.
Consecuentemente,
le cabe al docente: evaluar permanentemente, ofrecer diferentes instrumentos
evaluativos según posibilidades del alumnado (pruebas escritas, orales, según
inteligencias múltiples, grupales, individuales, dentro del aula y fuera de
ella), evaluar para ajustar su práctica áulica, evaluar aprovechando la
interdisciplinariedad.
El alumn@ para darse cuenta de lo que aprendió bien, lo
que le falta aprender, lo que debe hacer para mejorar y lo que puede hacer para
saber más debe necesariamente autoevaluarse, coevaluar junto a compañer@s y
docente y sobre todo con confianza en sí mism@, interrogar, pedir
explicaciones, solicitar apoyo al docente frente a la dificultad para tomar
nota (ambos) de lo que sucede mientras se enseña y aprende. En este sentido…”las
clases tienen que ser lugares emocionalmente seguros, donde los alumnos puedan
cometer errores las veces que ocurra – porque ello les permite ganar
experiencia sobre ellos mismos como aprendices.” [2]
Entonces,
diariamente, aprendizajes y enseñanzas deben ser monitoreados a través de técnicas
de evaluación tales como las que plantean Thomas Angelo y Patricia Cross: prueba
de conocimientos previos, el punto más complejo, explicación dirigida y
tarjetas de aplicación. [3]
De esta manera l@s
estudiantes se sentirán partícipes de la evolución de sus aprendizajes y lo más
importante: no competirán con sus pares por una calificación, sino aprenderán
en la escuela, para la vida, para sus vidas.
El modelo de
EVALUAR PARA SABER tiene correspondencia con el DISEÑO UNIVERSAL DEL
APRENDIZAJE, (DUA), que dentro de los tres principios que lo estructuran, el
segundo “Principio II: Proporcionar
múltiples medios de expresión (el “¿cómo?” del aprendizaje) señala…” Los
alumnos difieren en el modo en que pueden “navegar en medio de aprendizaje” y
expresar lo que saben. Por ejemplo, individuos con discapacidades motoras significativas
(parálisis cerebral), aquellos que luchan con las habilidades estratégicas y organizativas
(déficits de la función ejecutiva, TDHA), aquellos con un idioma materno distinto
a la lengua de acogida y demás, abordan las tareas del aprendizaje y
demostrarán su dominio de manera muy distinta. Algunos serán capaces de
expresarse correctamente por escrito pero no oralmente, y viceversa. En
realidad, no hay un medio de expresión óptimo para todos los estudiantes;
proporcionar opciones para expresarse es esencial.”[4] con
lo cual la evaluación debe acomodarse
permanentemente a las diferencias y posibilidades de l@s estudiantes ya que, lo imprescindible es el progreso en los
aprendizajes y no la calificación, es más, creemos que ésta es innecesaria.
Hagamos un análisis
sobre el requerimiento de las calificaciones en la escuela ¿cuál es la razón
para su registro escrito?
·
¿Un
acto administrativo escolar obligatorio?
·
¿Elemento
de comunicación con las familias?
·
¿Estímulo
para el alumn@?
·
¿Datos para l@s docentes?
Nos preguntamos,
por ejemplo ¿para qué le sirve un 5 o un 7 en su boletín de calificaciones a un
niñ@ en la primaria? ¿Lo motiva, lo hace sentirse fracasad@, le despreocupa? En
este caso la mirada docente está puesta en la nota no en sus logros o dificultades en los aprendizajes. En el
aula, según las calificaciones otorgadas, quedan conformados grupos según
“rendimiento escolar”: l@s buen@s alumn@s, los que van lento y el grupo siempre
atrasado, con lo cual si no se utiliza la evaluación para optimizar la práctica
áulica, aquell@s que tienen, sienten una dificultad en el aula, quedan sin
poder abordarla, superarla y proseguir con sus aprendizajes.
…”Puestas así las
cosas, se estaría calificando, midiendo y controlando, mas no evaluando, porque
el principal propósito de la evaluación en el currículo explícito debe ser el
aprendizaje, el conocimiento. Se trata de evaluar para aprender, no de aprender para ser calificado, ni
de enseñar para medir, ni de estudiar para ser examinado, pues las pruebas
confirman resultados; con los exámenes no se hacen los buenos estudiantes, sino asegurando que comprendan los contenidos valiosos que constituyen las base de su
aprendizaje, los integren a su propio
saber y que les sirvan para pensar”[5]
Es cierto que en
nuestro sistema educativo, periódicamente, deben registrarse avances y
dificultades de los desempeños escolares con nota numérica, pero en la mayoría
de los casos los docentes no “comprenden” o desconocen las causas de esos
avances y/o dificultades en clase, razón por la cual no pueden utilizarlos como
insumo para mejorar la práctica docente en el sentido de adecuarla a las
diferencias en el aula y promover avances en los aprendizajes.
Por otro lado, esta
instancia de calificación siempre llega a los hogares, a las familias con lo
cual habrá halagos o reprimendas por los resultados, pero nadie pregunta a “l@s
calificad@s” por el alcance en cuanto a los contenidos aprendidos, sus
problemas no resueltos, las dificultades para comprender lo que se enseña, los
impedimentos para expresar sentimientos o dudas al docente, la motivación, los
conflictos interpersonales en el aula; cierra, entonces, el círculo de
desconsideración a las necesidades de l@s niñ@s que nace en la escuela donde
los docentes no se responsabilizan de las trayectorias de sus alumn@s, sólo
califican y culmina en la casa en la cual,
los adultos únicamente se interesan por las notas obtenidas.
Enseñar aceptando
la diversidad en el aula supone interesarse y ocuparse de los desenvolvimientos
de tod@s y cada un@ de l@s educand@s que están a cargo de todo docente en su
quehacer cotidiano por lo tanto, EVALUAR PARA SABER (saber enseñar y saber
aprender) debe ser el paradigma que oriente el trabajo del maestr@ para que
cada un@ alcance los aprendizajes según sus posibilidades e intereses.
La calificación no
l@s hará estudiantes más competentes ni ciudadanos mejor adaptados a la vida
adulta. La calificación sólo fomenta la competencia, la individualidad en lugar
del trabajo cooperativo. Este último junto a la coevaluación, siembran y
establecen un positivo punto de partida en las vidas jóvenes para que se
desenvuelvan como buenas, justas e
idóneas personas.
Acerca de la
creatividad y la evaluación
“Los niños
arriesgan, improvisan, no tienen miedo a equivocarse; y no es que equivocarse
sea igual a creatividad, pero sí está claro que no puedes innovar si no estás
dispuesto a equivocarte, y los adultos penalizamos el error, lo estigmatizamos
en la escuela y en la educación, y así es como los niños se alejan de sus
capacidades creativas” (Sir Ken Robinson)
¿De qué modo
entonces podemos mejorar las instancias de evaluación continua y formativa para
que resulten provechosas? Algunas ideas:
·
Si
la idea es priorizar los procesos, no los resultados, será fundamental minimizar
barreras para el aprendizaje, que seguramente fueron detectadas luego de
familiarizarse con el alumnado: arquitectónicas, metodológicas, de
comunicación, de accesibilidad.
·
El
docente en primer lugar debe considerar que cada un@ de sus estudiantes debe
aprender y mejorar y entender que hay quienes no pueden seguir las clases en
los tiempos que él pretende.
·
Al
maestr@ le compete periódicamente tomar registro (escrito, grabado, filmado)
del desempeño de los educandos mientras éstos aprenden para ajustar su
metodología a las necesidades del alumnado y con la intención de que éste
progrese.
·
Por
otro lado es necesario recuperar la pregunta del niñ@ en cuanto a lo que le
están enseñando y estimular el pensamiento divergente (proceso mental o un
método que se utiliza para generar ideas creativas explorando muchas soluciones
posibles)
·
Del
mismo modo interrogar al estudiante acerca del modo en que su maestr@ le
enseña, si considera que hay otras estrategias que lo motivarían más o que le
hicieran comprender mejor la enseñanza que se le imparte.
·
Proponer
evaluaciones en subgrupos para favorecer la interacción, colaboración y
tranquilidad frente al examen.
·
Aplicar
el uso de la tecnología en las pruebas: Pc, tablets, Internet,
·
Ofrecer
diferentes opciones para formular los conocimientos: hay quienes lo hacen mejor
por escrito y otros que se destacan por su expresión oral.
·
Permitir
el uso de material bibliográfico para consulta.
En resumidas
cuentas EVALUAR PARA SABER (saber enseñar y saber aprender) representa un
modelo cuya prioridad es que el estudiante se convierta en un aprendiz experto
en el sentido de que, en toda ocasión y a lo largo de su formación (en la
escuela, en la familia, en el trabajo, en su participación ciudadana…) pueda transformar
el acceso a la información,
en conocimiento que se pueda utilizar, para enfrentar los desafíos que se le
presenten a lo largo de su vida; y que éste sea un legado para los futuros
aprendices, a modo de trascendencia.
Si nos proponemos
implementar este modelo: EVALUAR
PARA SABER (saber enseñar y saber aprender), sin dudas estaremos favoreciendo
un cambio cultural que nos incluya enriqueciéndonos como sociedad pensante,
crítica, creativa y autónoma.
[1] Un buen profesor es un
creador de futuro Magazine INED21
[2] Educación Inclusiva. Iguales en
la diversidad1 Formación en Red Educación Inclusiva. Iguales en la diversidad
Modulo 5. Aprendizaje y participación
[3] Adaptado por Paula Aguilera
Magíster en © Evaluación y CurrículoPontificia Universidad Católica de Chile de
Classroom Assessment Techniques. Angelo, T; Cross P.1993.
[4] *Universal Design for Learning
(UDL). Versión castellana para uso interno en los estudiosdeMagisterio.UAM.
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[5] González, José Israel,
Calificar no es evaluar 2005